El pueblo que borr+o Mitch

viernes, 16 de octubre de 2009


Hace unos días se me vino a la mente el recuerdo de muchos viajes que realicé en helicópteros de la Fuerza Armada de El Salvador, de Estados Unidos y de Nicaragua.
Fueron vuelos excitantes que viví como periodista de El Diario de Hoy.
Me recordé de ello el 10 de octubre pasado. Hace 24 años un pavoroso terremoto acabó con muchos edificios y vidas de la capital. En ese entonces apenas estaba terminando mis estudios de bachillerato en el Colegio Divino Salvador, tras mi salida del Instituto Técnico Ricaldone, centro de estudios salesiano que fundamentó mi vida, mi carácter y mi disciplina.
Pero los recuerdos de los vuelos de helicóptero vinieron del año 2001, cuando dos terremotos azotaron otra vez al país.
Recuerdo perfectamente cuando subí por primera vez a un helicóptero. Cuando comenzó a ascender la aeronave mi estómago se contrajo, mi cara se puso caliente y casi termino vomitando. Ya en el aire todos esas sensaciones desaparecieron.
Fue en el segundo de estos sismos que fue asignado por la redacción de El Diario de Hoy a viajar en los helicópteros salvadoreños para cubrir los rescates de víctimas de pueblos de San Vicente y departamentos aledaños.
En la Fuerza Aérea cada viaje tenía que firmar un documento en el zarpe que exoneraba de responsabilidad a esa institución si algo me pasaba.
Cuando la nave está en el aire se tiene la sensación de que no se avanza. Que el viento nos suspende y que se avanza de a poco.
Habían pueblos donde muchos ancianos estaban con sua caderas quebradas al derrumbarse sus pobres viviendas hechas de barro. Los colegas periodistas que viajaban conmigo, y yo por supuesto, nos veíamos obligados a ayudar a los soldados a sacar a las víctimas y trasladarlas en los helicópterios a hospitales o zonas seguras.
Dentro de esas mismas operaciones vinieron helicópteros de Nicaragua. Recuerdo que eran de fabricación rusa. Por dentro parecían aviones comerciales. Viajamos a pueblos del oriente del país.
Recuerdo en otra ocasión, que con la PNC viajamos al oriente del país para presenciar el traslado de reos peligrosos a otras cárceles. Mis colegas fotoperiodistas y camarógrafos de televisión captaban el vuelo que transportaba a los reos en otra nave.
Otro viaje fue con el ex director de la PNC Rodrigo Ávila. Viajamos a La Unión, para embarcarnos en una fragata de la Marina Nacional y acudir a una isla en el Golfo de Fonseca. Ahí se trataron temas limítrofes.
Fue fabuloso ver especies marinas en el Golfo de Fonseca con el fondo los volcanes de Nicaragua.
Otro vuelo en helicóptero fue con la embajadora de Estados Unidos, Anne Patersson. Con ella visitamos la desembocadura del Río Lempa. Fue sensacional ver en donde ese majestuoso río se fundía con el mar.
Ser periodista es excitante, más aún cuando se viaja en helicóptero.