El pueblo que borr+o Mitch

jueves, 4 de septiembre de 2008

A través de los ojos de un periodista


Cuando la guerra civil en El Salvador había terminado pero las bandas delincuenciales, remanentes de ex militares y guerrilleros abatían el país, en mi mente se gestaba un único fin: convertirme en un buen periodista.

La idea no les cayó en gracia a mis progenitores porque habían visto por la televisión morir a muchos reporteros en las calles del país cuando los combates entre el Ejército y la guerrilla del FMLN se trasladaron del campo a las ciudades y yo apenas contaba con 19 años.
El primer tropiezo que tuve fue que la Universidad de El Salvador (UES) estaba tomada por los militares, que la acusaban de ser una guarida de los comandos urbanos del movimiento irregular.
Los primeros estudios de admisión a la licenciatura de periodismo tuve que hacerlos en el exilio, es decir en edificios privados que la universidad alquiló para tratar de iniciar las clases. Semanas después, los estudiantes marchamos hacia el campus universitario para participar en un acto en el que se devolvía a la sociedad las instalaciones universitarias.

Ya en el campus comencé a estudiar mi pasión: el periodismo. Cuando apenas llevaba un año de estudios, en vuelto en miles de papeles, ingresé a laborar a medio tiempo en la Radio Cadena Central en el programa "Música y Noticias". Ahí trabajé a la par de uno de los periodistas que cubrió los 14 años de cruentos combates. René Hurtado, quien en un accidente de tránsito perdió la vista.

Fueron cuatro tres años en la estación radial que me dieron mis primeros dotes de experiencia combinándola con los estudios. Otra experiencia, la tuve en la Radio Cadena de Oro, cuando cubrí elecciones presidenciales que llevaron al poder al Dr. Armando Calderón Sol.

La vida periodística continúe cuando ingresé al quincenal diario El Salvador Día a Día, el cual se reporteaba en el país pero se publicaba en los Estados Unidos. Los conocimientos académicos los puse a prueba ya que laboré como fotoperiodista, reportero y laboratorista. Se ganaba poco pero se aprendía mucho. Fue un año de estar en ese lugar.

Una anécdota curiosa me ocurrió un día en el que caminaba por las calles de San Salvador. sólo con mis pensamientos.
Un repentino impulso me hizo entrar al edificio del periódico sensacionalista La Noticia, un apéndice de La Prensa Gráfica, uno de los rotativos más influyentes del país. Resulta que pregunté a las recepcionistas que quien era el jefe y que me urgía hablar con él personalmente.

Mi decisión era tal que las dos mujeres me permitieron pasar a la quinta planta en donde toqué a la puerta del editor jefe, don Carlos Flores, a quien le pedí trabajo como reportero.
¿Cómo llegaste hasta aquí?-, me preguntó.
- Preguntando- le dije.
- Por haber llegado hasta mi oficina, te voy a dar el trabajo-, me contestó.

Sentí que las puertas del cielo se abrian y me marché pensando en la oportunidad que se me presentaba, pero el destino no lo quiso.

A los días de haberme examinado para el puesto don Carlos Flores murió de un paro al corazón. Cuando me enteré el mundo se derrumbó para mi ya que en La Noticia nadie me quiso dar el trabajo.
Continué en la universidad y un día en la mañana, dos compañeros me contaron que irían a examinarse a El Diario de Hoy. Tomé varios curriculum y los acompañe al rotativo al siguiente día. Mis compañeros no pasaron las pruebas pero yo sí gracias a los años de experiencia que me dejaron las radios y el quincenario.

Como era de una universidad tildada de izquierda y El Diario de Hoy era de derecha tuve algunos tropiezos para poder entrar pero ras sortearlos ingresé a la plana de redacción en la sección policial-judicial.

Recuerdo que mi primer reportaje fue sobre el secuestro y liberación de una familia hondureña. Los secuestradores murieron a tiros con las autoridades.

Han pasado diez años desde que entré a El Diario de Hoy, en donde he escrito miles de artículos, crónicas y entrevistas. Desde la nota roja hasta reportajes a fondo.
El Salvador ha sido testigo de terremotos y huracanes que han asolado cientos de comunidades y la delincuencia golpea más que la guerra y cada día hay trabajo para ésta profesión, la del periodismo.
Ahora mi trabajo tengo que combinarlo con las tareas de mi hogar pero esa llama que surgió hace varios años sigue latiendo en mi cabeza, ser cada día un buen periodista.


Un ensayo

¿Porqué comencé a escribir este ensayo 16 años después de iniciarme en el periodismo. No lo sé. El escribir las memorias de las peripecias que se viven cada día en ésta profesión, es como un gusano que se retuerce en las entrañas queriendo escapar y plasmarse para siempre en un papel y que cobra vida cuando las letras lo llenan de historias sin fin.
Siempre he tenido en la mente que en el periodismo se viven las dos caras de la moneda porque en un día se puede conocer la opulencia y la pobreza extrema en cualquier país que uno se encuentre o también se puede conocer la nobleza de un ser humano, así como la bestialidad de una persona, que olvida el amor natural o el respeto por la vida de sus semejantes y de la sociedad misma. Es la historia de amor y odio, de mal y bien, de lo negro y lo blanco, de lo amargo y lo dulce, de la alegría y de la tristeza.
Es casi mágico el sentarse frente a un ordenador y ver aparecer ante tus ojos una mini obra literaria que al día siguiente será consumida por los lectores de un periódico o de una revista. Es como crear un hijo que a en unas horas crecerá y al día siguiente se habrá marchado de tu lado para quedar plasmado en la historia de un pueblo. Pero cada día otro hijo del papel nacerá de los hechos y del pensamiento.
La idea es nuestra materia prima, nuestra maquinaria el pensamiento, nuestra fábrica las manos y la verdad nuestro objetivo. ¿La verdad?, sí puede ser relativa, pero al fin es la verdad de todos.
Quede entonces para la historia este otro hijo del papel, que a diferencia de los que se marchan al día siguiente, éste se quedará con nosotros como un legado para las nuevas generaciones de periodistas.

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